Convivimos con un mercado que satisface necesidades reales e irreales, al mismo tiempo que transmite valores e inspira deseos. Las marcas son aquello que nos hacen sentir. Las marcas auténticas nos aportan significado y actitud, aunque quienes más aportan a una marca son las personas cuando usan su producto y lo posicionan en la realidad haciéndolas creíbles y rentables.


Existe un amplio imaginario, algunas marcas surgen desde el propio estilo de vida (Lacoste, The North Face), otras se dirigen a conectar desde una percepción de belleza, diseño y cierto estatus (Apple, Tesla), hay marcas que nos transmiten tendencias con una mirada propia (Bimba y Lola, Camper) también el consumo rápido y asequible es otro de los signos de estos tiempos (Inditex, Uniqlo) y cada vez son más las propuestas de vida inteligente y ética (Patagonia, Ecoalf, Skfk). Además de los beneficios funcionales que satisfacen necesidades, lo que realmente nos seduce son los intangibles emocionales y sensoriales, así como los ineludibles aspectos sociales, antropológicos y culturales.
En esta era de innovación, de pseudo-abundancia y de conocimiento, somos cada vez más sofisticados, más selectivos. No solo necesitamos consumir productos sino también albergamos valores y queremos transmitirlos. La sociedad de consumo evoluciona hacia la humanización, valorando la sostenibilidad, la cultura, la transparencia ética y la responsabilidad.
El poder lo tenemos los consumidores, nuestros hábitos han cambiado y siguen evolucionando. Hay que acercarse y escucharnos, conocernos mejor, entablar una conversación y sorprendernos superando nuestras expectativas. Por ello la forma de atraernos se ha modificado, diversificándose para ser menos intrusiva y más coherente (branding emocional, marketing sensorial, marketing de contenidos..) y han aparecido nuevos métodos para entender mejor nuestro comportamiento (neuromarketing, big data). Se trata de humanizar las marcas para hacerlas más cercanas, atractivas y útiles para la vida de las personas.
Necesitamos a las marcas como ellas nos necesitan a nosotros, pero somos cada vez más exigentes y nuestra fidelidad es volátil. En el campo de la neurociencia contemporánea comienzan a abrirse nuevas posibilidades de conocimiento realmente interesantes, aunque todavía en un estado interesante e incipiente.

“No existe un botón de compra en el cerebro del ser humano” que permita una manipulación absoluta que nos obligue a comprar subyugando nuestra voluntad, no se trata de eso. Sin duda es una buena noticia y lo afirma con solvencia María López, CEO de BitBrain.

Este es uno de los mantras del marketing actual: El 85% de nuestras decisiones de compra son no conscientes, motivadas por las emociones. En su sentido literal significaría que aquello que nos emociona lo compramos. Quizás no sea una relación tan directa, lo que sí está claro es que en determinadas categorías de productos, que van más allá de lo meramente funcional, si las marcas no conectan con nuestras emociones no van a estar entre nuestras opciones a tener en cuenta para una determinada compra.
Las experiencias de cliente y de marca se han convertido en un eje central de la comunicación, en el que las percepciones han de ser coherentes, transmitiendo los valores y el posicionamiento con una puesta en escena que glorifica el producto en un entorno de marca que despliega su atracción y significados. Los estímulos se dirigen a los sentidos como el vehículo directo a las emociones. La tienda se convierte en el espacio físico donde todos los elementos confluyen para inundar nuestra percepción. La tecnología aporta su potencial para favorecer la experiencia.
Andy Warhol fue cuestionado por su atrevimiento al introducir elementos icónicos del consumismo (Coca Cola, Campbell) pervirtiendo el, hasta entonces, discurso puro del arte. Ahora estamos en el futuro donde todo es consumo, un momento en el que los elementos artísticos se hacen necesarios como señas de identidad, como signos culturales para propuestas que han de ir más allá del simple consumo.

Ahora todo es consumo, un momento en el que los elementos artísticos se hacen necesarios como señas de identidad, como signos culturales para propuestas que han de ir más allá del simple consumo.

Prestamos atención a quienes se dirigen a nosotros como seres inteligentes y cultos, también somos hedonistas. Quería destacar la revalorización de la música y el aroma en este escenario contemporáneo como herramientas sofisticadas y eficaces, que activan los circuitos del placer de nuestro cerebro mientras conectan con nuestras emociones, posicionando emocionalmente a cada marca en su lugar. A esto nos dedicamos en Sensory Brands innovando con pasión, arte y conocimiento profundo.

Articulo publicado por Neo2, la revista de referencia en tendencias como estilo de vida desde hace más de 20 años: moda, arte, arquitectura, diseño, música...
Escrito por J.Bosco López | Sensory Brands